La huerta familiar
Por Gabriela Escrivá
La producción de hortalizas a escala familiar surge hace miles de años como una necesidad básica en el hombre por producir su propio alimento.
Históricamente las huertas familiares han sido influenciadas por cada fenómeno político y social acontecido. Guerras, revolución industrial, migraciones o crisis económicas marcaron su camino. La huerta y consecuentemente, la gastronomía han sido herramientas claves de trasmisión cultural.
Salud, sabores y olores incomparables acompañan a la experiencia de cultivar y cosechar en casa.
La horticultura orgánica familiar está difundida en todo el planeta y viene conquistando cada vez más a productores nuevos y convencionales ya que se ha creado una conciencia de las ventajas de cultivar acompañando los ciclos naturales y de respetar el entorno y los recursos no renovables. Esta forma de producción casera preserva la salud del horticultor y de su familia al no utilizar agrotóxicos, obtiene alimentos de mayor calidad y mejor sabor y fomenta un ahorro familiar ya que disminuye los costos en la compra de insumos y alimentos.
Por falta de conocimientos y conciencia el hombre durante el siglo XX fue agotando los recursos no renovables en el planeta; ahora en el siglo XXI debemos aprender a convivir mejor con nuestro medio ambiente, preocupándonos por la calidad de nuestros suelos, de nuestra agua y de nuestro aire sin olvidar de ir corrigiendo lo que ya degradamos.
Desde nuestra huerta familiar podemos generar un cambio cultivando sanamente y reciclando materiales orgánicos muchas veces desechados, en nosotros está tomar la iniciativa y dar el primer paso.