La huerta en la ciudad
Por Gabriela Escrivá
La estresante vida urbana nos aleja paulatinamente de tareas tan enriquecedoras y saludables como el cuidado de las plantas y la provisión de nuestros propios alimentos.
En la cultura occidental, cuando comenzó a haber cierta abundancia de alimentos, la autoproducción de hortalizas pasó a ser un signo de pobreza; y a diferencia de otros tiempos, cada espacio urbano se cultivó con fines ornamentales.
Afortunadamente, este concepto se ha ido modificando y hoy sabemos que haciendo algunos pequeños cambios en balcones, patios o terrazas podremos producir de manera saludable hortalizas que enriquecerán nuestra dieta y nuestra vida.
Cuidar una huerta en la ciudad a lo largo de todo el año nos permite apreciar el impacto del cambio estacional y los ritmos de la naturaleza. En un medio donde se crean ambientes artificiales a través de la climatización o las construcciones y donde a veces es casi imposible ver el cielo, acompañar y observar el crecimiento vegetal nos conecta con lo natural.
Cosechar las verduras en su punto exacto de maduración es un lujo al que el habitante de las ciudades pocas veces accede. Jugosos tomates madurados al sol, hojas de albahaca recién cortadas y crujientes lechugas son placeres posibles en medio de la urbe.
Con pocas pautas técnicas, nuestro gusto personal y un poco de creatividad podremos tener nuestro propio paraíso en medio de la ciudad.